11.3 Vida extraterrestre

Las características diferenciadoras de los seres vivos son: gran complejidad fisiológica, capacidad para la reproducción, para evolucionar por selección natural y para almacenar una enorme cantidad de información.

La vida terrestre, la única que conocemos, tiene como base la química orgánica, que utiliza unos pocos elementos (C, N, O, H) cuyos compuestos tienen algunas propiedades químicas notables (enlaces adaptables y muy energéticos) que los hacen especialmente apropiados para sustentar la vida. Otra característica es la necesidad del agua para formar en ella disoluciones o suspensiones coloidales. Tanto las reacciones bioquímicas como el agua necesitan una temperatura adecuada.

¿Es posible pensar en otras bioquímicas, quizá basadas en el silicio (Si), en planetas muy calientes como Mercurio, o en el hidrógeno, si se trata de los más fríos? En algunos meteoritos, llamados “condritas carbonáceas”, caídos en la Tierra se han encontrado compuestos orgánicos avanzados (aminoácidos como los terrestres y otros distintos). Esto quiere decir que, en la nebulosa solar, en la primera fase de la acreción y sobre algún planetésimo, pudieron darse reacciones similares a las que ocurrieron en la atmósfera primordial de la Tierra. Además, se han detectado moléculas orgánicas simples y no tan simples (H2O, NH3, ácido fórmico HCOOH, HCN, HC3N, HCOH) en muchas de las nebulosas cercanas. Puesto que estos materiales básicos son frecuentes en el Universo, parece que la probabilidad de que la vida se organice a su alrededor es alta.

En cambio, la probabilidad de que se haya seguido un camino evolutivo similar al nuestro parece extremadamente pequeña. Adaptaciones tan específicas como las originadas por la fotosíntesis y el oxígeno, que permitieron un desarrollo de organismos superiores son difícilmente imaginables. Y el salto cultural parece algo absolutamente excepcional. Los extraterrestres, si los hay, estarán adaptados a su ambiente particular y serán muy diferentes.

Dentro del sistema solar cabe la posibilidad de que en Venus, Júpiter y Saturno exista alguna capa de nubes con temperatura adecuada para el surgimiento de la vida. Allí pudieron darse algunos primeros pasos, aunque la ausencia de una superficie sólida o líquida es un obstáculo para la existencia de agregados biológicos.

Marte es el planeta que más ha atraído a los autores de ciencia-ficción. A finales del siglo pasado se creyó ver en él ingentes obras de ingeniería, así como cambios estacionales con crecimiento y descenso de la vegetación. Nada de ello es cierto. Pero en Marte hay agua, en forma de hielo, tanto en los polos como bajo la superficie y es casi seguro que hace mucho tiempo hubo enormes cantidades de agua líquida que formaron algunos valles por erosión fluvial. Así que pudieron darse las condiciones para que surgiera la vida. Si fue así, seguramente sólo habrán podido sobrevivir, en las actuales condiciones de Marte, organismos muy primitivos, del tipo de las bacterias.

Por último, unos cuantos de los satélites presentan algunas posibilidades: Ío tiene un intenso vulcanismo y temperaturas altas; en Europa hay continuos manantiales de agua líquida que aflora a la superficie y se congela; Titán es el único satélite con una espesa atmósfera de nitrógeno y quizá con un océano de metano; y Tritón mantiene actividad geológica con géiseres de nitrógeno líquido. Aún sabemos muy poco de ellos para adelantar algo más.

¿Y más allá, en otros sistemas solares? ¿Todas las estrellas tienen planetas? Ya se han detectado miles de exoplanetas. Hay datos como para creer que alrededor de estrellas del mismo tipo que el Sol pudieron darse con relativa facilidad los mismos procesos iniciales, y quizá un 10% de las estrellas son similares al Sol.

Posiblemente habrá, en todo el Cosmos, un buen número de planetas en los que se han dado condiciones semejantes a las terrestres y en los que, posiblemente, haya surgido la vida. Sin embargo, los procesos evolutivos nos dicen claramente que ninguna especie aparece dos veces. Si nos preguntaran por la posibilidad de que, en algún planeta remoto, haya osos panda, nuestra respuesta sería rápida: seguro que no. Lo mismo cabe decir de la especie humana. Pero esta respuesta no nos deja satisfechos; la especie humana desea encontrar seres parecidos con los que comunicarse. Por el momento la ciencia no nos alienta mucho en este deseo: la Biología indica que sería extraordinariamente difícil que se hubiera producido un proceso evolutivo similar al humano cuyo resultado fuera otro ser vivo con nuestras mismas características (inteligencia, tecnología, cultura) aunque fuera de otra forma y otro tamaño.

Ciertamente hay alguna probabilidad de que existan otros seres inteligentes en nuestra galaxia, pero si existieran, ¿nos podríamos comunicar con ellos? Las distancias son enormes y, con nuestra actual tecnología cualquier viaje interestelar es imposible. Lo único que podemos hacer es “gritar” en el espacio, enviando mensajes codificados con una información que cualquier ser inteligente debería entender, y escuchar atentamente cualquier señal externa con nuestros radiotelescopios.

 

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