2. Índice

Imagínese a usted mismo en el mar hace unos pocos miles de años. Con una buena carga de pescado a bordo, su esquife se desliza lentamente hacia la orilla que comienza a ser invadida por las tinieblas; ¡un raro momento en la lucha por la vida! Es la hora de contemplar los titilantes cielos. Aunque sin mucho tiempo para reflexionar sobre ellas, las estrellas habrían constituido para usted un importante hecho natural. La aurora, el arco circular del vuelo del Sol a mediodía y, luego, su inmersión de fuego en el mar occidental serían algo familiar, así como el giro nocturno de las estrellas. Estas serían las seguras experiencias de su vida. Este es, pues, el primer gran hecho de los cielos. Todos los observadores antiguos se sentían justamente impresionados con la observación del Sol, las estrellas y la Luna moviéndose sobre la tierra en sus círculos perfectos.

Norwood R. Hanson, Constelaciones y conjeturas

Ya nos hemos familiarizado con las figuras que forman las luces celestes. Es el primer paso para conocer el firmamento y todos los pueblos antiguos agruparon las estrellas según les dictaba su imaginación, bautizando estos grupos con los nombres de sus animales destacados, de sus dioses o héroes. Pero el cielo no está quieto, sino en un movimiento perpetuo, ordenado y preciso. Las primeras civilizaciones, que no vivían en grandes urbes iluminadas, pudieron contemplarlo pausadamente y quedaron maravilladas de la armonía y perfección de estos movimientos. Para comprenderlos adecuadamente hace falta observar con atención el cielo, noche tras noche, a lo largo de muchos meses, anotando de forma continua las posiciones de las estrellas hasta revelar sus lentos pero inexorables movimientos.

Nosotros no tenemos esta experiencia acumulada. Apenas vemos nada en los cielos contaminados de nuestras ciudades. Tenemos que conseguir la misma información que cosechó la especie humana en la Antigüedad, repetir su mismo camino, pero más deprisa y con una bóveda celeste mucho menos oscura. Afortunadamente disponemos de numerosas ayudas para reproducir todos esos movimientos aparentes. Una de las clásicas es el planisferio, pero desde hace pocos años contamos con magníficos programas informáticos gracias a los cuales podemos realizar cuantas observaciones queramos, como si todas las noches estuvieran despejadas de nubes y dedicáramos algunas horas a su tranquila contemplación. De cualquier manera no dejan de ser simuladores de lo que pasa en el firmamento, todo lo fieles y cómodos que se quiera, pero nunca podrán reemplazar a la observación directa. Mira hacia las estrellas siempre que puedas. Es un espectáculo que nunca decepciona.

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