17.4 Galaxias con núcleo activo

A lo largo de la segunda mitad del siglo XX se descubrió un nuevo tipo de objetos celestes con algunas características extraordinarias: objetos muy lejanos (a miles de Mal), con aspecto de estrella borrosa (quasi stellar objects, de donde el término quásar), tremendamente luminosos (como 1.000 veces la luminosidad de toda la Vía Láctea) y también potentes emisores de rayos X, rayos gamma y, algunos, también de ondas de radio. Por ejemplo, el objeto bautizado como 3C 48, en la constelación del Triángulo, está a 4.100 Mal, parece una estrella algo difusa pero tiene que ser brillantísima para que la podamos ver desde tan lejos.

Pronto se vio que la “borrosidad” era en realidad una galaxia donde estaba alojado ese objeto. Pero casi siempre parecía una galaxia inusual, deformada o en colisión con otra. En conclusión, todos estos objetos procedían de galaxias con una actividad brutal cuyo origen tenía que ser una fuente muy poderosa de energía y muy pequeña, muy concentrada, en su núcleo. Por eso a los quásares y similares se les conoce, colectivamente, como galaxias con núcleo activo.

Los datos conocidos parecen encajar con este modelo teórico: la fuente de esa endiablada energía es un agujero negro supermasivo situado en el centro de la galaxia. La materia que va siendo atraída por el agujero negro forma a su alrededor un disco de acreción en el que las partículas giran a gran velocidad, se comprimen y calientan (todo a escalas gigantescas) y emiten una imponente cantidad de energía en todas las frecuencias del espectro (figura 17.32).

Las extremas condiciones provocan que, además, se expulsen (en perpendicular al disco de acreción) partículas a velocidades cercanas a la de la luz que forman dos chorros (uno a cada lado). Estos chorros perturban toda la materia con la que tropiezan y producen dos lóbulos enormes bien visibles en las frecuencias de radio, como se puede ver en la fotografía de la galaxia de núcleo activo Hércules A.

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