Curso General de Astronomía
Tema 4. El modelo de las dos esferas
KEPLER. GRUPO DOCENTE DE ASTRONOMÍA
- Portada
- Presentación
- Tema 1. Geografía celeste
- Tema 2. Movimiento de rotación
- Tema 3. Coordenadas ecuatoriales
- Tema 4. El modelo de las dos esferas
- Tema 5. La Luna
- Tema 6. Las 4 estaciones
- Tema 7. Relojes de Sol
- Tema 8. Calendarios y eclipses
- Tema 9. Los Planetas. Cinemática
- Tema 10. El Sistema Solar.
- Tema 11. La Tierra y la vida
- Tema 12. Prismáticos y telescopios
- Tema 13. Una noche de observación
- Tema 14. Distancia a las estrellas
- Tema 15. Vida y muerte de las estrellas
- Tema 16. La Vía Láctea
- Tema 17. Galaxias
- Tema 18. Cosmología
- Anexo. Grandes astrónomos
- Bibliografía y Webs
4. Índice
Las observaciones descritas en las secciones precedentes constituyen una parte importante de los datos utilizados por los astrónomos de la Antigüedad para analizar la estructura del Universo. Son las claves para resolver un rompecabezas del que son tentativas de solución las diversas teorías inventadas por los astrónomos. La cosmología de las dos esferas es totalmente pertinente, es decir, da cuenta con toda precisión de las observaciones de los cielos. Es un producto de la imaginación humana. Se trata de un esquema conceptual, una teoría desarrollada a partir de las observaciones y que, a un mismo tiempo, las transciende. La característica más sorprendente del universo de las dos esferas es quizá la ayuda que presta a la memoria del astrónomo, su economía conceptual. Quien observe el cielo teniendo presente el modelo de las dos esferas descubrirá que la lista de observaciones se convierte por primera vez en un todo coherente y que de este modo es mucho más fácil recordar los diversos elementos de dicha lista. El universo de las dos esferas es aún utilizado ampliamente en nuestros días dada su capacidad de proporcionar un compacto resumen sintético de una vasta cantidad de importantes hechos de observación. La teoría y la práctica de la navegación y de la topografía pueden ser expuestas con gran sencillez y precisión a partir de este modelo.
Thomas S. Kuhn: La revolución copernicana
En los temas anteriores, varias veces, hemos dicho que el aspecto, la apariencia del cielo nocturno es la de un gran techo abovedado. Pasar de esta impresión a una forma geométrica concreta y precisa (la esfera) no es tan intuitivo como parece.
A lo largo de muchos siglos, en la Antigüedad, las primeras civilizaciones (en Mesopotamia, en Egipto) fueron organizando sus conocimientos y creando unas cosmologías que dieran respuesta a los misterios del magnífico espectáculo celeste y sus movimientos. Estas cosmologías primitivas tenían un marcado cariz mitológico, llenas de dioses que poblaban los espacios siderales y que se movían como lo hacían los astros por su propia voluntad.
Los egipcios, por ejemplo, consideraban que las estrellas estaban en el cuerpo de la diosa Nut que se arquea sobre la superficie plana terrestre donde está tumbado su esposo Geb, el dios de la Tierra, mientras que Shu, el dios del aire, la sujeta. Para el Sol tenían tres dioses: Horus, el Halcón, es el Sol naciente, Ra cuando está en su esplendor a mediodía y Osiris cuando muere al ponerse por el oeste. En fin, que eran explicaciones totalmente míticas; los cuerpos celestes se mueven como los vemos porque así lo querían esos seres sobrenaturales.
Hay que esperar a la cultura griega clásica para que comiencen a abrirse paso explicaciones racionales basadas en modelos geométricos del universo que van a permitir comprender y predecir los fenómenos: nace la ciencia. Hacia el siglo V a.C. parece que ya estaba clara la forma esférica de la Tierra y de los cielos y se empezó a desarrollar un modelo abstracto que permitía integrar en un totum comprensible gran parte de los hechos observados.
Pues bien, ¿quién fue el inventor de este modelo?: el filósofo, matemático y astrónomo Eudoxo. La palabra “inventor” es una exageración premeditada. Un concepto de tal calibre no se inventa de la noche a la mañana, va surgiendo poco a poco a la luz hasta que alguien lo explicita. Es más ajustado a la realidad lo que dice D.R.Dicks en Early Greek Astronomy to Aristotle (p. 153):